viernes, 6 de febrero de 2015

CAPITULO 10




Eran las diez de la mañana y Pedro no estaba de humor para hablar con Andy. Había pasado una noche terrible.


El encuentro con Paula y la conversación sobre su pasado lo habían dejado tan inquieto que no se podía concentrar en nada. Durante varias horas, no hizo otra cosa que pensar en ella. Y cuando por fin se acostó, sus pensamientos se transformaron en sueños eróticos que aún recordaba cuando despertó.


Solo le faltaba que Andy se presentara en su despacho. 


Sobre todo, porque su interés se limitaba a un nombre propio, el de Paula.


—Mi teléfono no dejó de sonar desde que empezó el programa. Fue un espectáculo increíble, una verdadera maravilla.


—Sí, bueno, Jesica estaría de acuerdo contigo. Pero si no te importa, tengo muchas cosas que hacer y…


Andy no captó o no quiso captar la indirecta.


—Jesica es genial. Tú eres genial —insistió—. He recibido tantas ofertas esta mañana que deberías considerar la posibilidad de asociarte con tu ex.


—¿Es que te has vuelto loco?


—No, lo digo completamente en serio. Deberíais llevar el espectáculo por todo el país; salir en televisión, conceder apariciones especiales…


—No, gracias. No me interesa. Y estoy seguro de que a Paula tampoco le interesará.


Andy hizo caso omiso.


—Los jefazos de la emisora y de la editorial están muy contentos. Quieren que Paula salga en el programa de forma habitual.


—No, no, nada de eso. Lo de anoche no se va a repetir.


—¿Por qué? Paula y tú sois una pareja perfecta.


Pedro soltó una carcajada.


—¿Perfecta? Mira, Paula aceptó la invitación porque Julieta le mintió y le dijo que serviría para que los medios se olvidaran de ella. Paula está deseando que todo esto pase. Y yo estoy de acuerdo con ella, aunque no exactamente por el mismo motivo.


—Pero…


—No hay peros que valgan. Esto termina ahora. Tú trabajas para mí, no para Julieta ni para los jefazos de la emisora y de la editorial. Si hay que encontrar algo que dé más dinero, busquemos algo que no involucre a Paula Chaves.


Pedro, yo no puedo controlar a la prensa. Soy bueno, pero no tan bueno. Hasta que no surja algo mejor, Paula y tú sois la pareja de moda. La gente os quiere juntos.


—Pues habrá que buscar algo mejor. ¿Por qué no te encargas de que alguno de tus otros clientes organice un escándalo? No sé, que se declare drogadicto o que lo detengan en una pelea de bar… cualquier cosa que llame la atención de los medios y consiga que se olviden de mí.


Andy sacudió la cabeza.


—Estás soñando en voz alta, Pedro. Ahora mismo, eres el niño mimado de los medios. No se olvidarán de ti.


Pedro se sintió muy frustrado. La aparición de Paula lo había complicado todo; había trastocado su vida profesional y descompuesto su estabilidad emociona], porque ya no podía dejar de pensar en ella.


Sin embargo, intentó convencerse de que solo estaba tenso por la acumulación de trabajo y por su largo periodo de celibato, consecuencia del exceso de trabajo. La gira del libro terminaría en dos semanas y él podría volver a su rutina habitual.


—Mira, hoy tengo cosas que hacer. Hay muchos hombres y mujeres que necesitan de mis servicios para poner punto y final al horror de sus matrimonios. Me temo que tú, el libro y el programa de radio tendréis que esperar.


Pedro


Pedro no le dejó hablar.


—De hecho, te prohíbo que me vuelvas a interrumpir antes del lunes —continuó—. No quiero llamadas ni telegramas ni mensajes de correo electrónico ni nada de nada; ni siquiera señales de humo. Pero tómatelo por el lado bueno. Tendrás tiempo de sobra para pensar en otra solución.


—Pero…


—Ya he dicho todo lo que tenía que decir. Si vuelvo a saber algo de ti antes del mediodía del lunes, estás despedido. ¿Ha quedado claro?


Andy dijo algo ininteligible. Pedro lo agarró de un brazo, lo llevó hacia la puerta y lo sacó del despacho.


Pedro


—Es mi última advertencia. No quiero saber nada de ti.


Al llegar a recepción, se cruzaron con Kara, una de las empleadas de Pedro en el bufete. La mujer soltó unas risitas al ver que arrastraba a Andy a la salida.


—Kara, hazme un favor y busca la cláusula de cese de contrato del señor Andy Field. Es posible que la necesitemos.


—Por supuesto, señor Alfonso.


Por fin, Pedro soltó a su agente.


—Hablaremos el lunes. Disfruta del fin de semana.


Andy asintió y se marchó del bufete. Pedro tuvo que refrenarse para no romper a reír; hacía mucho tiempo que no se sentía tan bien.


Cuando se giró, vio que la recepcionista lo miraba con la boca abierta. Y no era la única. Varios de los abogados, las secretarias y los administrativos observaban a su jefe con la misma expresión de asombro y humor.


—Bueno, ahora que ya estamos solos, ¿qué os parece si nos ponemos a trabajar y hacemos algo productivo?


Sus compañeros y empleados desaparecieron rápidamente en sus cubículos.


Pedro regresó al despacho e intentó trabajar. 


Lamentablemente, echar a Andy del bufete era mucho más fácil que sacarse a Paula de la cabeza.


Su ex necesitaba dinero; no sabía cuánto ganaba, pero por el barrio donde vivía, era obvio que su sueldo no daba ni para alimentar a un gato. Quizás se había equivocado al pensar que rechazaría la propuesta de Andy. A fin de cuentas, podría ganar mucho dinero si trabajaba con él.


Decidió llamarla y preguntar. No perdía nada por eso.


Alcanzó el teléfono y marcó su número. Pensándolo bien, era un plan excelente para todos. Paula saldría de la pobreza, Andy sería feliz y él podría trabajar sin más interrupciones y tener un fin de semana tranquilo.




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