miércoles, 11 de febrero de 2015
CAPITULO 25
Al verlo, Paula se sintió avergonzada. No estaba segura de haber manejado bien la situación. Cabía la posibilidad de que Pedro se hubiera molestado por el método que había elegido para ponerse en contacto con él.
—Hola, Pedro —acertó a decir, tímidamente.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Te llamé varias veces esta mañana, pero como no me devolvías las llamadas, decidí probar suerte con el programa —respondió—. No quería causarte problemas, Pedro. Tal vez no debería haberlo hecho; tal vez… en fin, te pido disculpas. Siempre me las arreglo para tener que pedirte disculpas.
Pedro no dijo nada. Parecía haberse quedado sin palabras. Y las personas que estaban a su alrededor los miraban ahora sin disimulo alguno, encantados con la escena.
—Anda, sígueme, Pau.
Paula lo siguió sin protestar hasta la escalera. Cuando ya estaban a solas, Pedro se giró y la besó apasionadamente.
Todavía estaba sin aliento cuando él se apartó de ella y le acarició el cabello.
—Acepto tus disculpas si tú aceptas las mías.
—¿Las tuyas?
Paula asintió.
—Tenías razón sobre unas cuantas cosas. De hecho, había tomado la decisión de ir a Carbondale cuando terminara el programa, para decírtelo en persona.
—¿En serio?
—He sido muy egoísta contigo. Otra vez.
—Bueno, yo tampoco lo he hecho muy bien… —admitió.
—¿Lo ves? Hacemos una pareja perfecta. Nadie podría estar a nuestra altura en cuestión de errores —bromeó él.
—Pedro, quería decirte que lo de Carbondale…
Pedro la interrumpió.
—Olvídalo, Pau. Tú misma dijiste que solo van a ser seis meses. Encontraremos una solución.
—¿Tan fácil como eso?
—Tan fácil como eso.
Paula bajó la cabeza un momento y empezó a decir, en voz baja:
—Pedro, yo…
—¿Sí, Pau?
—Estoy enamorada de ti. A decir verdad, creo que siempre he estado enamorada de ti —le confesó de repente.
Pedro le dedicó una sonrisa encantadora.
—Me alegro, porque a mí me ocurre lo mismo.
Paula se emocionó tanto que se acercó a él, le pasó los brazos alrededor del cuello y le dio un largo beso en la boca.
Desgraciadamente, el productor de Pedro apareció justo entonces.
—Siento interrumpir, pero… ¿qué quieres que haga con el programa? La gente no deja de llamar.
Pedro besó a Paula en la frente y dijo:
—¿Te acuerdas de Mauricio? Seguro que lo has visto alguna vez en la radio. Es el sustituto de Julieta.
—Hola. Mauricio. Siento haberte causado tantos problemas.
—Hola, doctora Paula. Me alegra que hayas vuelto… ¿Y bien? ¿Qué hacemos, Pedro?
—Di a los oyentes que Pedro Alfonso y la doctora Paula hablarán dentro de unos minutos y harán un anuncio importante.
—De acuerdo.
Mauricio se marchó rápidamente. Pedro quiso retomar las cosas donde las había dejado con Paula, pero ella le puso una mano en el pecho y declaró:
—Tengo que confesarte otra cosa, Pedro.
—¿De qué se trata? —preguntó, mientras le besaba el cuello.
—De…
—Bueno, habla de una vez…
—Está bien; pero antes de decirlo, quiero que sepas que no tiene nada que ver con lo que he dicho antes. Nada en absoluto —insistió—. Simplemente, me parece que tienes derecho a saberlo.
Él frunció el ceño.
—¿Qué ocurre? ¿Ha pasado algo malo?
—No, no ha pasado nada malo; al menos, desde mi punto de vista —contestó, incómoda—. Es que…
—¿Por qué no me lo dices de una vez?
Ella respiró hondo.
—Estoy embarazada.
Pedro se quedó boquiabierto. Se llevó una sorpresa tan grande que tardó varios segundos en poder hablar.
—¿Estás segura?
—Completamente. Sé que tenemos muchas cosas que discutir y muchas cosas que solucionar todavía, pero…
Él borró toda su inquietud con otra sonrisa.
—No te preocupes por eso; como he dicho antes, encontraremos una solución. De hecho, creo que ya la he encontrado… cásate conmigo, Pau.
Paula lo miró con asombro.
—Pedro, no te he dicho lo de mi embarazo para que me propongas el matrimonio.
—Ni yo te lo propongo por el niño. Él solo es un plus.
—¿Él? Podría ser una niña —puntualizó.
Pedro volvió a sonreír.
—Sí, supongo que también es posible. Pero ven conmigo… vamos a darle la buena noticia a Mauricio y a los seguidores del programa.
Pedro la tomó de la mano y la llevó a la emisora.
Mientras caminaban, Paula pensó que, si alguien le hubiera dicho un mes antes que se iba a casar por segunda vez con Pedro Alfonso, lo habría tomado por loco.
Pero las cosas cambiaban. Y con los cambios, surgían posibilidades nuevas.
Incluso la posibilidad de un final feliz.
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