domingo, 8 de febrero de 2015

CAPITULO 15



Pedro oyó el teléfono móvil; ya había sonado antes, pero no estaba interesado en nada que no fuera la mujer que estaba tumbada a su lado.


Acarició los rubios mechones que le caían sobre el pecho y escuchó la respiración pausada de Paula. Los círculos oscuros que rodeaban sus ojos demostraban su agotamiento; pero era un agotamiento positivo, de haber pasado una noche entera dedicada al placer.


Sonrió y ella murmuró algo ininteligible en sueños.


En cambio, él no había podido dormir. Teóricamente, tenía que estar tan cansado como ella; pero se sentía tan satisfecho que el cansancio no se presentó.


A decir verdad, solo había un motivo para que no le hiciera el amor otra vez: que no la quería despertar.


La noche anterior, poco después de las diez, sintieron hambre y pidieron una pizza por teléfono. Mientras la degustaban, Pedro se dio cuenta de que Paula tenía reservas importantes sobre su relación; pero ella se las guardó para sí misma y él hizo exactamente lo mismo.


Ninguno de los dos quería arruinar el presente.


Si surgían repercusiones, arrepentimientos o sentimientos de culpabilidad, ya lo afrontarían más tarde. O mejor aún, el lunes.


De momento, tenían un fin de semana por delante y lo quería disfrutar.


Una vez más, acarició la mariposa de Paula. No era más que un tatuaje pequeño, un adorno sin importancia, pero por algún motivo, excitaba su libido y sus celos. No quería pensar en todos los hombres que lo habrían visto desde que se divorciaron. No quería pensar que su divorcio la había cambiado de un modo tan positivo que se había sentido obligada a tatuarse para celebrarlo.


Aquel tatuaje era un recordatorio de un pasado lleno de dolor.


Sin embargo, Pedro dejó de pensar en esos términos. El pasado estaba muerto. El presente era lo único que importaba.


Justo entonces, Paula cambió de posición y chocó contra su brazo. Al sentir el contacto, se llevó un susto y se sentó en la cama, sobresaltada.


Después, lo miró y se disculpó.


—Oh, lo siento. No estoy acostumbrada a dormir con nadie, y cuando he notado que me tocaban… lamento haberte despertado.


—No estaba dormido.


—¿No? ¿Es que no estás cansado?


Pedro sacudió la cabeza.


—No. Además, es poco más de medianoche.


Paula sonrió con malicia.


—Eso suena a desafío…


—Podría serlo.


—Y a mí me encantan los desafíos.


Paula bajó la cabeza y le lamió la base del cuello.


Pedro pensó que su exmujer había cambiado mucho desde el divorcio. Y que ahora le gustaba mucho más.




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