martes, 10 de febrero de 2015

CAPITULO 18




El escueto y frío mensaje de Paula desconcertó a Pedro


Para empeorar las cosas, le llegó cuando estaba a punto de empezar el programa y ni siquiera tuvo ocasión de responder. Quizás estaba enferma.


Tomó la decisión de pasar por su casa de todos modos y descubrir lo que ocurría, pero en ese momento no podía hacer nada más. Empezó el programa, habló sobre los divorcios de un par de famosos que eran noticia y charló con Julieta sobre los invitados de los programas siguientes. Sin embargo, no dejó de pensar en Paula.


Poco después, Julieta le empezó a pasar llamadas de los oyentes. Los primeros hicieron preguntas triviales que él respondió de forma automática, con frases que ya se sabía de memoria. A Pedro le extrañó que nadie mencionara a Paula, pero sabía que su nombre saldría a colación.


Y salió. Justo después del primer descanso.


—¿Dónde está la doctora Paula?


—Viviendo su vida, salvando matrimonios, esas cosas —respondió con naturalidad—. Es posible que vuelva a nuestro programa uno de estos días, aunque los divorcios no son exactamente su ámbito de trabajo. ¿En qué te puedo ayudar?


—Mi exmujer está tan loca como la tuya; pero a diferencia de la tuya, hace alarde de su locura en público.


Pedro se quedó helado.


—Quiero saber cómo te las arreglas para afrontar esa locura delante de otras personas —continuó el oyente—. A mí ya no me importan sus acusaciones, pero estoy cansado de que me insulte delante de otros… ¿Cómo lo haces? Oí el programa de la semana pasada y os comportasteis como dos personas civilizadas. ¿Cómo lo has conseguido?


Pedro escogió sus palabras con sumo cuidado.


—Bueno, si tu ex está mentalmente enferma…


—No, solo es una bruja como la tuya.


—¿Cómo?


—Lo que has oído, colega. Daría cualquier cosa por mantener el aplomo como tú. Esa maldita zorra…


Pedro se hartó y cortó la llamada del oyente, aunque por supuesto, lo atribuyó a problemas técnicos.


—¿Sí? ¿Sigues ahí? Julieta, parece que tenemos dificultades técnicas. Hemos perdido la llamada.


Julieta vio que Pedro había cortado la señal y asintió a través del cristal. Después, se dirigió a los oyentes y declaró:
—Lo siento, amigos, ha surgido un problema con las conexiones telefónicas. Mientras intentamos arreglarlo, pasaremos a publicidad.


Pedro seguía asombrado con la actitud del oyente. No sabía de dónde se había sacado que su exmujer era una bruja y una loca. Pero cuando entró en Internet y comprobó la página web de la emisora, descubrió el motivo: Julieta había subido un resumen del programa con Paula; un resumen montado de tal forma que su exmujer parecía, efectivamente, una bruja y una loca.


—¡Quita eso ahora mismo! —bramó, muy enfadado—. ¡Quítalo!


Julieta apretó los labios, pero encendió su ordenador. Unos segundos después, cuando Pedro volvió a mirar, el resumen había desaparecido.


Ahora entendía el silencio de Paula. Ahora entendía que no quisiera salir con él. Seguramente, su jefa había visto el resumen de Julieta y la había despedido de la clínica.


—Ya está borrado, pero no servirá de mucho. La gente lo habrá copiado y lo habrá metido en sus blogs… Internet nunca olvida —afirmó la productora.


—Entonces, será mejor que empieces a redactar una disculpa pública.


Pedro, ya no hay nada que hacer. Ese resumen ha estado entre lo más visto desde el sábado por la mañana. Además, ha servido para aumentar exponencialmente las visitas a tu página y las ventas de tus libros.


—¿En qué estabas pensando? ¿Quieres que nos denuncien?


Julieta se encogió de hombros.


—Paula no tiene derecho a denunciarnos. Quiso participar en el programa y aceptó que usáramos sus declaraciones con objetivos publicitarios.


Pedro la miró con cara de pocos amigos.


—Pero no aceptó que manipularas sus palabras y las convirtieras en un atentado contra su reputación. Tiene derecho a denunciar a la emisora.


—Pues que nos denuncie. Nos hará más publicidad.


Pedro se acercó un poco más al micrófono y dijo:
—Estás despedida.


Julieta se quedó asombrada.


—¿Qué?


—Lo que has oído.


—Estamos en mitad del programa, Pedro.


—Ya me las arreglaré.


Julieta se cruzó de brazos.


—Yo trabajo para la emisora, no para ti. No me puedes despedir.


—¿Y quién crees que es más valioso para la emisora? ¿Tú? ¿O yo?


Julieta se puso roja como un tomate.


—Maldito hijo de…


La productora no se atrevió a terminar la frase. Entrecerró los ojos y dijo:
—Este programa es un éxito por mí, no por ti. Lo sabes perfectamente.


—Si eres tan buena como dices, seguro que no te importará trabajar para otro. Ya no te quiero conmigo.


Julieta se quitó los cascos y los tiró al suelo.


—Vete al infierno, Pedro Alfonso.


Pedro sabía que Julieta iría a hablar con los directivos de la emisora, pero tenía un programa que terminar. Pasó a la cabina de control, detuvo la grabación de la publicidad y empezó a hablar.


—Espero que nos disculpen; parece que hoy es el día de los problemas técnicos. Debe de ser por la luna llena. Desgraciadamente, no tenemos más remedio que interrumpir el programa de hoy y dejarles con una grabación de programas anteriores.


Pedro salió del estudio y se dirigió a uno de los técnicos.


—¿Te puedes encargar del resto del programa?


El joven asintió.


—Excelente. Entonces, haz de niñera hasta que termine.


A continuación, se dirigió al ascensor y marcó el número de teléfono de Andy.


—¿Dígame?


—Hola, Andy, soy Pedro.


—Hola Pedro. Tu programa de hoy ha sido magnífico. Eres un genio de…


—Cierra la boca, Andy —lo interrumpió—. El programa todavía no ha terminado. ¿Por qué no me dijiste que Julieta había subido esa basura a la red?


—¿Por qué? Porque me amenazaste con despedirme si me ponía en contacto contigo antes del lunes —le recordó—. Pero no te preocupes… al menos ha servido para aumentar las ventas de tu libro.


—Pues será mejor que hagas algo para revertir la situación.


—¿Es que no me has oído? No tienes nada de lo que preocuparte.


—Me refería a Paula, no a mí. ¿Es que no eres capaz de ver más allá de tu quince por ciento? Julieta y tú tenéis la ética profesional de un grupo de mañosos.


—Julieta y yo solo queremos lo mejor para ti. ¿De qué te quejas? Ahora mismo eres uno de los autores más seguidos del país.


—Y Julieta se está buscando un trabajo nuevo.


Andy tardó unos segundos en hablar. Por fin lo había comprendido.


—Mira, Pedro, sé que Paula y tú habéis pasado un fin de semana maravilloso y que os sentís maravillosamente bien, pero tienes una imagen pública que alimentar. Tienes que estar a la altura del personaje que has creado.


—Yo soy abogado, Andy. Mi imagen pública no puede consistir en destruir la imagen de otras personas.


—Tus seguidores no te quieren porque seas abogado.


—Pues si no quieres tener un problema, te recomiendo que encuentres la forma de salir de este lío. Ya hablaremos mañana sobre mi imagen pública y mi carrera. Entre tanto, ponte a pensar y encuentra una solución.


Pedro cortó la comunicación. Consideró la posibilidad de llamar a Paula, pero sabía que no respondería y, además, él ya había llegado al aparcamiento. Si salía de inmediato, estaría en su casa en pocos minutos.


Sin darse cuenta, había perdido el control de su vida. Pero la canallada de Julieta lo había despertado.





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