martes, 10 de febrero de 2015
CAPITULO 22
—¿Y te marchaste así, sin más?
Julia se quedó boquiabierta cuando Paula le habló de su encuentro con Pedro.
—¿Qué querías que hiciera? —preguntó.
—No sé, intentar convencerlo, seguir hablando…
—¿Hablar de qué? Pedro sabe que ese trabajo es importante para mí, pero no quiere que lo acepte. Es muy egoísta. La última vez, yo le apoyé en sus estudios y él me dejó en la estacada. Esperaba que hubiera cambiado.
—Discúlpame, Paula, pero no estás siendo justa. En realidad, no le has dado la menor oportunidad.
—Por supuesto que se la he dado —se defendió—. Desgraciadamente, para Pedro todo es blanco o negro. O estoy con él o contra él; o me quedo en Chicago o me marcho. No entiende de puntos medios… y no quiero volver a pasar por lo mismo.
—Mira, estoy de acuerdo en que tu exmarido es un poco rígido; pero tú te estás portando de forma irracional.
—Ahórrame tus opiniones —protestó.
Julia arqueó una ceja.
—Sabes que es cierto.
—¿Y qué? Es normal que en estos momentos no sea la mujer más racional del mundo. Mi vida ha cambiado de golpe.
—Como la de Pedro.
—Pero no es lo mismo. Él tiene un programa de radio, un libro que está entre los más vendidos y una carrera como abogado. Yo, en cambio, no tengo nada… —declaró, frotándose las sienes—. No pido tanto, Julia. Solo quiero que me apoye un poco. Y él se lo toma como si fuera una bofetada.
—Paula, tu actitud es bastante victimista.
—Y tú no vales nada como consejera —le recriminó. Julia sonrió.
—No estoy hablando contigo en calidad de psicóloga, sino de amiga. Y como amiga tuya que soy, estoy en la obligación de decirte que te equivocas.
—¿Pretendes que lo deje pasar? ¿Que siga con él a pesar de todo? —preguntó, asombrada.
—Solo te digo que crezcas y que te comportes como una mujer adulta.
—Definitivamente, eres la peor consejera que he visto en mi vida. Quizás debería llamar a la doctora Weiss.
Julia desestimó el comentario.
—Pero soy una buena amiga —insistió—. Sé que quieres que te dé la razón, pero no la tienes. No estás pensando con claridad.
—Y tú sabes lo que tengo que hacer, claro —ironizó Paula.
—Sí, lo sé.
—Pues dímelo.
—Llama a Pedro, discúlpate por comportarte como una niña pequeña y dile exactamente lo que quieres. Si le concedes la oportunidad de reaccionar como un adulto, es posible que encontréis una solución… porque sabes lo que quieres, ¿verdad?
—Al menos, sé lo que no quiero.
—Sois un caso típico, Paula. Os divorciasteis demasiado deprisa, cuando habría sido mejor que lo pensarais con calma y que hablarais de vuestros problemas. Y ahora, años después, se vuelve a repetir la situación. Estáis atrapados entre los fantasmas del pasado y vuestro deseo. ¿Me equivoco?
—No, no te equivocas.
—Pero tú ya no eres la misma. Has crecido, has aprendido, has tenido ocasión de trabajar con parejas que tenían problemas mucho más graves que el vuestro. Sabes perfectamente que Pedro y tú tendríais futuro si pusierais un poco más de vuestra parte… En fin, solo es la opinión de la peor consejera del mundo.
—Y de la mejor amiga.
Julia asintió.
—¿De verdad crees que podríamos solucionarlo? —continuó Paula.
—Será duro, pero es posible. Además, ¿qué pierdes por intentarlo?
—Te lo diré de otro modo. Si yo fuera un paciente y pagara por tus servicios, ¿qué me recomendarías?
—Que fueras sincera con él y que le plantearas tus expectativas abiertamente. Incluso delante de una consejera matrimonial, llegado el caso —contestó—. Pero no sé por qué lo preguntas. Lo sabes de sobra. Tú también eres psicóloga.
—Sí, pero tiendo a olvidarlo. No me extraña que la doctora Weiss me despidiera. Lo he estropeado todo.
Julia le dio un golpecito en el hombro.
—No es para tanto, Paula. Pero dime, ¿dónde está Pedro en este momento?
Paula miró la hora.
—Las siete y media de un miércoles por la noche… supongo que estará en el estudio de radio. Podría llamarlo cuando termine.
—Una idea excelente. Además, tendrás tiempo para cambiarte de ropa y ponerte algo más decente que esos pantalones viejos y esa camiseta desgastada que llevas —declaró, frunciendo el ceño—. Queda con él esta noche y hablad de vuestros problemas. Como adultos.
Paula asintió.
—Gracias, Julia.
—De nada.
Julia se levantó y caminó hacia la puerta.
—Llámame mañana y cuéntamelo todo —continuó—. Ah, y buena suerte… ya te enviaré la factura por mis consejos profesionales.
Cuando Julia se marchó, Paula se acercó al equipo de música, encendió la radio y buscó la emisora de Pedro. Por algún motivo, sentía la necesidad de oír su voz.
Segundos después, oyó su nombre y se quedó helada.
Pedro estaba hablando de ella.
—Amigos, os aseguro que no merece la pena. Cuando alguien se divorcia, lo hace por una buena razón. A veces, el recuerdo de los buenos tiempos pesa tanto que se olvida, pero los problemas del pasado siguen presentes.
—Sin embargo, la doctora Paula y tú os llevabais muy bien… —comentó la oyente con quien estaba hablando.
Pedro rio con amargura.
—En efecto, nos llevábamos muy bien. Lo cual demuestra que cualquiera puede caer en esa trampa. Incluso dos personas como nosotros.
—Pero mi ex afirma que ha cambiado, y a mí me parece que es verdad…
—La gente no cambia nunca —afirmó Pedro—. Intentan cambiar e incluso se convencen de que han cambiado, pero no cambian. Siempre somos los mismos.
En otras circunstancias, Paula habría pensado que su ex no tenía razón; pero por una vez, estaba de acuerdo con él.
—Aprended de mi error, amigos. Paula y yo tuvimos muchos buenos días cuando éramos más jóvenes, pero la verdad es que no debimos casarnos. Solo siento que la publicidad derivada de mi libro le causara problemas con su trabajo… De una relación muerta no puede salir nada bueno.
—No sé qué decir, Pedro. Cuando estoy con mi ex, soy feliz.
—¿Te estás acostando con él?
—Bueno, sí…
—Pues no deberías. Puede que vuestra relación sexual sea magnífica, pero eso no cambiará las cosas. Como ya he dicho, todos podemos cometer el error de volver a salir con un ex. Yo mismo lo he cometido. Solo te puedo aconsejar que lo asumas y que huyas de él tan deprisa como puedas.
—Puede que estés en lo cierto, Pedro. Gracias.
—De nada. Ahora os dejamos con unos minutos de publicidad; cuando volvamos, hablaremos sobre los procedimientos del divorcio. Soy Pedro Alfonso y, como siempre, estoy aquí para ayudaros a proteger vuestra inversión.
Paula se sintió profundamente deprimida. Quería hablar con él y arreglar las cosas, pero aquello lo cambiaba todo. Sería mejor que se marchara a Carbondale y que siguiera con su vida, sin mirar atrás.
Pedro no era el hombre adecuado para ella. No lo había sido en el pasado y tampoco lo era en el presente.
No tenía más remedio que asumirlo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario