miércoles, 4 de febrero de 2015
CAPITULO 3
Tras pasar veinticuatro horas en la cama y tomar más chocolate de lo que le debería estar permitido a ninguna persona, Paula se encontraba tan mal como antes. Salvo por el hecho de que ahora le dolía la tripa.
Se había encerrado en el piso porque el encuentro con Pedro había despertado un montón de recuerdos de su relación con él. Pero ya empezaba a estar cansada del encierro cuando sonó el teléfono.
Apartó las sábanas y miró la pantalla del aparato. No salía ningún número, pero podía ser uno de sus pacientes y no tenía más remedio que contestar.
—¿Dígame?
—¿Doctora Chaves?
—Sí, soy yo.
—Me llamo Jesica Wilson. Soy productora de…
Paula suspiró.
—No voy a hacer declaraciones. Adiós.
—¡Espere! ¡No cuelgue, por favor!
Paula no colgó. Había algo en su voz que la hizo dudar.
—Soy la productora del programa de radio de Pedro Alfonso —continuó.
—Me parece muy bien, pero no voy a hacer ninguna declaración —insistió Paula.
—Comprendo su renuencia, pero le ruego que me conceda un par de minutos. No estoy buscando información. Eso no forma parte de mi trabajo.
—Mire, hoy estoy muy ocupada y…
—Entonces, iré al grano. Tengo entendido que la prensa le está molestando por el trabajo de Pedro.
—En efecto.
—Bueno, no sé si tenía experiencia previa con los periodistas, pero conozco una forma de mantenerlos a raya.
Jesica Wilson se ganó la atención de Paula.
—¿Una forma? ¿Qué forma?
—Hay que poner las cosas de manera que ellos no controlen la situación.
—Mire, señorita Wilson…
—Jesica, por favor. Y si no te importa, prefiero que nos tuteemos…
—Está bien, Jesica. Pero te advierto que no tengo el menor interés por conceder entrevistas o ruedas de prensa.
—Ya me lo imaginaba. Y por eso se me ha ocurrido que deberías salir en el programa de Pedro.
Paula se quedó atónita.
—¿Cómo?
—Piénsalo un momento. Podrías contar tu versión de los hechos y Pedro corroboraría tu historia en público. Incluso podrías responder a las preguntas de los oyentes y poner punto y final a la especulación… Si Pedro y tú os mostráis convincentes y demostráis que no sois polos opuestos, la gente dejará de interesarse por vuestra antigua relación.
A Paula le pareció una propuesta demasiado buena para ser cierta. Incluso demasiado fácil para que saliera bien.
—¿Por qué crees que la gente…?
Jesica no la dejó terminar.
—Paula, debes entender que tu profesión y la de tu exmarido son tan irónicamente contrarias que despiertan el interés de la opinión pública aunque no hagáis nada por despertarlo. En otros casos, el silencio bastaría para que la gente dejara de prestaros atención; pero en el vuestro, solo sirve para añadir morbo.
—No me digas —ironizó.
Jesica no captó la ironía.
—Pues sí, es exactamente lo que sucede. Te propongo que participes en el programa de mañana por la noche. Pedro y tú sacaríais el tema, contaríais la verdad y pondríais fin al problema.
—No sé qué decir. Nunca he estado en la radio…
Jesica sonrió.
—No te preocupes por eso; tienes una voz preciosa. Además, Pedro y yo nos encargaremos de los aspectos más técnicos.
Paula seguía sin estar convencida.
—Quizás debería hablarlo antes con Pedro…
—Oh, también sería magnífico para los índices de audiencia de Pedro. Además, piensa que te convertirías en la consejera matrimonial más popular de Chicago. Seguro que aumenta tu lista de clientes.
Paula tardó un par de segundos en hablar. Había algo que no cuadraba.
—¿Por qué me has llamado tú y no Pedro?
—Porque está en Atlanta firmando libros y no volverá hasta mañana por la tarde —respondió la productora.
A Paula le parecía una propuesta muy tentadora. Pero le disgustaba la idea de aceptar sin hablar antes con Pedro.
Y después de lo sucedido en la librería, tampoco ardía en deseos de acercarse a él.
—No sé, Jesica…
—Tienes que decidirte ahora. Si queremos que funcione, debemos hacerlo cuanto antes —la presionó.
Paula respiró hondo y dijo:
—Está bien, acepto.
—¡Excelente! Ven hacia las seis y te daré la información necesaria. ¿Quieres que te enviemos un coche?
Durante los minutos siguientes, Jesica se dedicó a hacerle preguntas y darle instrucciones sobre el programa de radio, pero Paula ya estaba dudando de la decisión tomada y no le prestó atención.
Solo oía el sonido de su cabeza al golpear suavemente, una y otra vez, contra el cabecero de la cama.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario